LA GRAN RESPONSABILIDAD DE LOS PADRES

Todos sabemos que tenemos un gran reto en la educación mexicana. No hemos salido bien librados en las pruebas académicas internacionales (pruebas PISA), y nuestra UNAM ya no es la mejor universidad de América Latina, privilegio que le hemos cedido a las Universidades de Brasil y Chile.
El siglo XXI es el siglo de conocimiento, por lo que es prioritario dar pasos certeros para mejorar nuestra educación buscando formar a los ciudadanos que este siglo tan competido nos exige.
En el proceso educativo convergen varios actores, el docente, el niño, el sistema, pero también los padres de familia. Algún día una madre de un estudiante me cuestionó, sobre cual sería el principal obstáculo para lograr cambios significativos en el sistema educativo, y sin dudar, respondí: los padres de familia.
Y es que sabemos que tenemos muchas áreas de oportunidad en nuestro sistema educativo: fallas docentes, falta de instalaciones, fallas en el sistema, falta de enfoque, entre muchas otras, pero la falta de involucramiento de los padres de familia en el proceso educativo es quizás uno de los principales retos que tenemos los que nos dedicamos a la educación.
Actualmente tenemos dos tipos de padres de familia, los que creen que con solo pagar una “buena escuela” ya resolvieron el problema, suponiendo que las escuelas deben hacer el trabajo que ellos evitan, y quienes creen que “todo pasado fue mejor”, pensando que debemos educarlos como se hizo hace 100 años, al fin, a ellos los formaron bien y eso garantiza que la fórmula este vigente… craso error.
El siglo XXI es un siglo exigente, donde la innovación se convierte en el objetivo casi primordial de los sistemas educativos, pues para los especialistas mundiales, el nuevo petróleo del mundo se llama: conocimiento.
Entendiendo la importancia del trabajo de los padres de familia en el proceso educativo, quiero aprovechar estas líneas para señalar algunos de los errores más comunes que cometemos los padres de familia con nuestros hijos:
  • Adorar a nuestros hijos. Una cosa es amarlos, y otra es idolatrarlos, si los tratamos siempre como si fueran el centro del universo, crearemos falsos ídolos. Tratemos de centrarnos en el amor, más que en creer que deben ser el centro de todo.
  • Creer que nuestros hijos son perfectos. Debemos escuchar con mente y corazón abiertos, nuestros hijos se equivocan, y enceguecernos frente a eso, nos traerá muchos dolores de cabeza.

  • Vivir a través de nuestros hijos. Pensar que su vida es la extensión de la nuestra es un gran error. Cada ser es diferente. Tratemos de potenciar sus habilidades, pero evitando obligarlos a hacer realidad nuestras frustraciones.
  • Creer que somos amigos de nuestros hijos. Nuestros hijos no son nuestros amigos. Debe haber amor, diálogo, confianza, pero cuando debemos señalar con firmeza algo, hay que hacerlo sin el miedo a perder “su amistad”.
  • Meternos en la competencia de que somos el mejor padre/madre. Tenemos que dar lo mejor de nosotros, pero pensar que somos perfectos, nos aleja de la realidad. Equivocarse desde el amor, es más común de lo que creemos.
  • Querer que crezcan pronto. Educar es agotador, y muchas veces queremos que pronto crezcan. Lo lamentaremos. Hay que disfrutar cada segundo del proceso de crecimiento de nuestros niños.
  • Olvidar que los niños aprenden con el ejemplo. Podemos hablar horas y horas con ellos, pero seguro estoy de que siempre aprenderán más de como actuamos y como nos comportamos ante cada situación.
  • Formarlos agresivos. El mejor regalo que le podemos dar a nuestros hijos es formarles un buen corazón. Eso los hará saludables y felices.
  • Olvidar el trabajo emocional de nuestros niños. Es un error creer que nuestros hijos no necesitan trabajo emocional ante situaciones desagradables en el interior y exterior de la familia. Un ser humano que no sea capaz de manejar sus emociones está lejos de ser feliz y de vivir plenamente.

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