OTRO CAMINO PARA EL MANEJO DE LAS DROGAS

 No me cabe la menor duda de que el narcotráfico es el principal problema de México, pues además de afectar a nuestra estructura general, nos ha llevado a una guerra interna que desangra a la sociedad.

Lo peor de esta historia, es que antes de avanzar en el combate a este flagelo, el tráfico y consumo de drogas aumenta de manera significativa.

Según un estudio de El País denominado “La cocaína universal”, señala que “jamás se consumió tanto, jamás se produjo tanto; el tráfico de droga ha mutado como industria y se ha adaptado a los nuevos tiempos”.

La industria de la coca ya no es un tema exclusivo de los productores de Colombia, Bolivia y Perú. Entre finales de 2019 e inicios del 2020 se incautó más cocaína en Uruguay, que en los 20 años previos (12 toneladas). Desde 1976 cuando se funda el cartel de Medellín, esta industria ha sufrido cambios significativos. En la actualidad, y desde el año 2000, los criminales han estado usando empresas legales como fachada, lo que hace más complejo el trabajo de las autoridades para rastrear las operaciones. Lo que sí ha quedado claro, es que los grandes capos al estilo del colombiano Pablo Escobar, han migrado a organizaciones mucho más sofisticadas que cuidan cada paso de la cadena de producción en diferentes partes del mundo.

Una tarea titánica para las autoridades, pues según datos de las Naciones Unidas, cerca de 500 millones de contenedores en el mundo surcan los mares cada año, pero menos del 2 por ciento es revisado. Ante esta situación, el movimiento de la

droga entre los puertos del mundo es un tema que rebasa la capacidad de las autoridades en los países.

Según datos de la ONU, en 2017 rompimos todos los records de producción de cocaína en el mundo, cerca de 1.976 toneladas. También vimos como cada día hay más consumidores; según un informe de el Observatorio Europeo de Drogas, al menos 18 millones de europeos entre 15 y 64 años han consumido drogas, y Australia también presenta consumos record en su historia; además en varias ciudades latinoamericanas el consumo ha crecido, pero con cocaína de baja pureza.

Colombia, Perú y Bolivia presentan informes de crecimiento en la producción. Colombia casi duplicó su producción de hoja de coca entre 2013 y 2017.

 

Según datos de la policía colombiana, un kilogramo de cocaína en Colombia puede costar entre 500 y 600 dólares. Ese mismo kilogramo llega a valer 5000 dólares en México, 50 mil en Estados Unidos, y aún más, en Europa.

Ante este negocio tan rentable, la estrategia de nuestras autoridades no ha sido la adecuada, pues nuestros países sufren una violencia interminable que nos genera graves problemas, entre ellos, la falta de inversión extranjera por miedo a nuestros países.

 

Particularmente creo que el mundo debe analizar este problema desde otra perspectiva, pues el combate que hemos realizado por varias décadas no sólo no ha disminuido la producción, sino que más bien la ha potenciado. Es un buen momento en la historia para que se piense en un manejo diferente que le quite la ilegalidad al negocio, y que lleve a los gobiernos a centrarse en campañas de

fortalecimiento de su sociedad para evitar el consumo. Es momento de buscar alternativas para un negocio que cada día hace mas fuertes a las mafias y más débiles a los estados.

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