¿ESTAREMOS DISPUESTOS A HACERLO?

 Según el Censo de Población y Vivienda 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) demuestran que nuestro México presenta una desigualdad creciente entre pobreza y riqueza. Por un lado, nos ostentamos como una de las 15 mayores economías del planeta, y por el otro, millones de mexicanos pasan hambre, no cuentan con lo mínimo suficiente para subsistir de manera digna, y están completamente alejados de la posibilidad de salir de esa pobreza que los envuelve generación tras generación.

 

Por señalar un ejemplo, vemos con tristeza como por muchos años los gobiernos apoyaron en el desarrollo de vivienda popular con recursos que se iban a varias constructoras, pretendiendo fortalecer la economía desde la construcción, pero hoy tenemos zonas en muchas ciudades donde solo se habitan el 20% de estas viviendas; y por otro lado, encontramos a una gran cantidad de mexicanos sin posibilidad de acceso a una vivienda propia… inverosímil.

 

Para Verónica Montes de Oca del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, este estudio nos debe llevar a una generación de políticas públicas que ayuden a mejorar las condiciones de los mexicanos más vulnerables. Desde este punto de vista, la política del presidente de México “Primero los Pobres” está perfectamente alineada con esta idea de ayudar a quienes por muchos años fueron olvidados por el estado. Si bien estas políticas han sido muy atacadas por cierto sector de la

población, debemos entender que un país difícilmente saldrá del subdesarrollo si no busca disminuir la brecha entre ricos y pobres.

El estudio es contundente; en temas como el de piso de tierra en vivienda, se avanza muy poco, así como en lo relativo a vivienda con drenaje. En cuanto al agua y drenaje, las diferencias son complejas: en Nuevo León el 99 por ciento tiene agua diaria, y en Chiapas y Oaxaca sólo el 40 por ciento cuenta con el recurso.

 

Según el estudio, el 26% de los mexicanos siguen sin servicios de salud, lo que por supuesto se ha agravado en esta pandemia en que vivimos. México, es así, drástico en sus contrastes. Por un lado, tenemos centros de investigación con equipamiento de primer mundo, y por el otro, millones de personas no tienen ni un pequeño centro de salud al cual acudir ante una situación.

 

A todo este panorama le debemos sumar el rezago educativo creciente aumentó durante la pandemia, pues aunque más familias reportan acceso a teléfonos inteligentes, a internet y a computadoras en sus hogares, la realidad es que el COVID-19 desnudó la cruda realidad de un México que no puede acceder al internet en los hogares como medio para educarse, situación que me parece particularmente paradójica, cuando nos ostentamos como el país de América Latina con mejor cobertura y velocidad de internet, y cuando el hombre más rico de México justamente se dedica a la venta de este servicio; y no es que el señor Slim tenga la culpa de esta situación, pero creo que con la voluntad del gobierno y del empresariado seguramente se podrían abrir las redes de internet en la zonas más vulnerables de manera gratuita durante la pandemia.

 

México debe entender que estas desigualdades tan marcadas y crecientes nos llevarán al fracaso como país, por lo que es obligación de todos sumarnos en la construcción de un México diferente, inclusivo, solidario y comprometido con quienes han tenido menores oportunidades. La realidad es que estos cambios requieren de dos ingredientes: el primero, es la solidaridad de la población, y el segundo, es el tiempo. Es imposible cambiar una economía y la configuración de un país, en menos de 3 décadas. Ante este panorama, yo me pregunto: ¿Estaremos dispuestos a hacerlo?

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