EL NARCOTRÁFICO NOS DESANGRA… Y NO TENEMOS RUMBO

La guerra contra las drogas nos sigue desangrando en América Latina frente a la pasividad de Estados Unidos y del mundo entero.

Según el Informe Mundial de la ONU sobre Cocaína 2023 publicado en Viena, la producción mundial de cocaína se ha disparado hasta máximos históricos tras un pequeño paro por la pandemia de covid-19, con una demanda enorme y cada vez más grupos criminales implicados. Según el informe, en 2020 se produjeron casi 2.000 toneladas de clorhidrato de cocaína, más del doble que en el año 2014. El incremento de la producción se debe tanto a la expansión de la coca como a las mejoras en el proceso de transformación en cocaína. El informe señala que el cultivo de coca se disparó un 35 % entre 2020 y 2021, una cifra récord y el mayor aumento desde el año 2016.

Para los especialistas, este aumento se debe a la creciente demanda principalmente de Estados Unidos y Europa.

Si bien en 2021 se incautaron 2000 toneladas de cocaína en el mundo, aún es muy poco el impacto de estas detenciones contra lo que realmente llega a las calles de las ciudades.

Tenemos que ser honestos, la guerra que los países han llevado contra este flagelo sigue sin detener o minimizar el consumo que cada día crece sin control. 

Hace unos días estuvo en varias ciudades de México Sebastián Marroquín hijo del fallecido narcotraficante colombiano Pablo Escolar Gaviria, impartiendo varias conferencias sobre prevención de adicciones, además de contar la historia de terror que vivió al lado de su padre al que define como el “hombre más violento” que ha conocido. Según datos del propio Marroquín, la DEA (Drug Enforcement Administration) en todas sus acciones contra el narcotráfico, gasta alrededor de 100 MDD por día desde hace varias décadas, pero la realidad es que esta inversión, en sus palabras, ha sido completamente infructuosa frente al crecimiento del cultivo y consumo en casi todo el mundo.

Según Marroquín, cuando su padre vivía, Colombia era el principal productor de cocaína en el mundo y tenía 80 mil hectáreas de cocaína sembradas; en la actualidad Colombia sigue siendo el primer productor, pero ahora con más 300 mil hectáreas sembradas.

Según Marroquín, la prohibición de las drogas ha llevado a esta guerra terrible que desangra a muchos países de América Latina, en especial a México y a Colombia, una guerra interna que libran los gobiernos frente a la mirada pasiva de casi todos los países a los que la droga llega, se vende, y lucra a cierta parte de la población.

Particularmente creo que es momento de repensar el manejo que el mundo le ha dado a las drogas, pues antes de disminuir, crece y crece el consumo, y lo peor, es que cada día son más, y más variadas las drogas que llegan a grandes grupos poblacionales, lo que hace mucho más complejo el control.

La guerra directa no ha sido el camino y la historia nos lo ha demostrado. Quizás valdría la pena pensar en un nuevo esquema de control por parte de los gobiernos, como lo está intentando Uruguay, Portugal o Suiza, tratando a las adiciones como a un problema de salud, quitando el sentido prohibicionista a las drogas, que tanto daño le ha hecho a nuestra América Latina.

Un tema por demás complejo y sensible, pero la realidad es que seguir haciendo lo mismo y esperar que las cosas sean diferentes es una completa pérdida de tiempo, pues esta guerra contra las drogas definitivamente la estamos perdiendo, no solo los gobiernos, sino también, las familias  en el mundo entero.


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