AGUASCALIENTES ¿NOS ESTAMOS PARECIENDO AL RESTO DE MÉXICO?

Vemos con mucha tristeza cómo la seguridad de nuestro estado se ha visto bastante golpeada en los últimos meses. Asesinatos, robos, ajustes de cuentas, etc., etc., se han vuelto encabezados comunes para nuestro querido Aguascalientes. 

Nuestras autoridades han hecho esfuerzos importantes por blindar al estado, entendiendo que nuestros vecinos viven procesos complejos de inseguridad y violencia en los últimos años.

Tristemente lo que hoy comenzamos a vivir en Aguascalientes, es el reflejo de un México que ha perdido el rumbo en materia de seguridad, pues el presidente no ha entendido, o no ha querido entender, que la violencia no sólo se resuelve con buenas intenciones, sino con acciones coordinadas y con una buena estrategia. Coincido con el presiente en que la implementación de programas sociales ayudan a las familias más vulnerables de México a mejorar sus condiciones y así alejarlos en cierta medida de la violencia, pero estos programas aislados de una estrategia de mejora sistemática de la educación y de la economía de México, quedarán en un simple asistencialismo que poco resuelve la gravedad del problema.

Mientras la corrupción no se lleve a niveles manejables (hoy gastamos 1.63 billones de pesos en este flagelo), y mientras el presidente no decida estratégicamente combatir la violencia, estos programas de entregar recursos a las familias de poco servirán en un camino para regresar al país la movilidad social, esperando que los más vulnerables crezcan y salgan de la pobreza que los agobia.

Pero hablemos de Aguascalientes, nuestro estado, nuestro tesoro; ese lugar que ha sido punta de lanza en calidad de vida, limpia, generación de empleo, atracción de inversión, “seguridad y civismo”, está cambiando radicalmente en cuanto a su seguridad, pues ya tenemos palpables indicios de una descomposición en una primera etapa, que de no actuar y resolver, nos llevará a vivir situaciones que no deseamos. En cuanto al civismo, hoy se siente un Aguascalientes enojado. Esa tranquilidad de sus ciudadanos se está transformando en personas que manejan a exceso de velocidad, que no ceden el paso a los transeúntes o ciclistas y que irrespetan las más sencillas normas de convivencia. Hoy vemos cada día más común el pasarse los altos en rojo, el “olvidar” poner las direccionales en las esquinas. Vemos ciudadanos “acelerados” que compiten por adueñarse de las calles y del espacio público. Vemos cómo el manejar en estado de ebriedad es el común denominador de las noches hidrocálidas.

¿Qué hacer?

La falta de civismo y de respeto a las normas de convivencia son el reflejo de una sociedad equivocada y de una ciudad insegura, por lo que nuestras autoridades estatales y municipales deben usar TODO el peso de ley para actuar y sancionar de manera puntual y sin escrúpulos con cero tolerancia, a quienes incumplan con las normas mínimas de convivencia y a quienes atenten contra los demás, irrespetando las normas de tránsito. 

Un gobierno que no sanciona es un gobierno que no se respeta, y aunque no es muy popular “el sancionar”, creo que es necesario que la sociedad entienda que en el estado se respetan las normas y quien no lo hace, recibe sanciones ejemplares.

Todo el apoyo del mundo a nuestros gobernantes para que ejerzan la ley con fuerza y determinación, entendiendo que, sin orden y respeto, nunca podremos tener una ciudad segura para todos.

Mucho que trabajar en el país; empecemos por Aguascalientes, por nuestro tesoro, cuidándolo, defendiéndolo y respetándolo, pues desde allí pondremos el ejemplo para el resto de México.

principal@globaluniversity.edu.mx 



Comentarios

Entradas populares