EL MODELO ECONÓMICO DEL SENTIDO

Vivimos en un planeta que está llegando a límites inaceptables de desigualdad, violencia y sobreexplotación.

Según la organización caritativa británica OXFAM, actualmente el 1% de la población posee el 82% de la riqueza del planeta. La desigualdad crece; mientras unos pocos aumentan exageradamente su riqueza, la mitad más pobre no tuvo ningún incremento en su patrimonio. Aunque existe mucha controversia en los datos, esta ONG afirma que el incremento desmesurado de esta riqueza se debe principalmente a evasión de impuestos, la influencia de las empresas en la política, la erosión de los derechos de los trabajadores y el recorte de gastos.

Debo aclarar que nunca he creído en la izquierda como forma de gobierno, pero el capitalismo como lo conocemos definitivamente debe revisarse, pues este esquema de acumulación infinita de recursos en un planeta con recursos finitos, seguramente nos llevará al suicidio.

¿Existe alguna alternativa? En Ámsterdam, Holanda, están tratando de instaurar una nueva economía post coronavirus denominada “El Doughnut”, una teoría creada por la economista británica Kate Raworth, y que consiste básicamente en prosperar como sociedad de forma justa y en armonía con el planeta.

Antes de esta teoría, el sueco Johan Rockström definió algunos límites (9 procesos fundamentales para la estabilidad del planeta) que no deberíamos sobrepasar a fin de mantener el equilibrio; cosas como el cambio climático, la contaminación, o la pérdida de especies.

La idea de esta teoría es crear anillos imaginarios en el planeta los cuales debemos respetar no sobrepasándolos, a fin de garantizar la estabilidad de este. Según Raworth existe un círculo interior que define las necesidades básicas irrenunciables para un ser humano como son la alimentación, la salud, el agua, la energía, la educación, la igualdad y la representatividad política; y un círculo exterior que establece los límites que tiene nuestro planeta y que no deberíamos traspasar. Entre estos dos círculos se crea una franja de confort y bienestar a la que deberíamos aspirar todos, y donde las sociedades humanas pueden prosperar en equilibrio con ellos mismos y con la naturaleza.

Debemos entender que nuestras actividades deben tener límites, pues un crecimiento desmesurado tendría impactos y costos que en el mediano plazo no podríamos controlar. Debemos entender que hay que cambiar el concepto de prosperidad por el de bienestar. No podemos pretender que el crecimiento económico sea infinito en un planeta con recursos que seguramente se van a terminar.

Ese nuevo concepto de “bienestar” se alcanzaría cuando toda la población del planeta se encuentre entre eses dos círculos, en ese espacio de confort, garantizando que todas sus necesidades estén cubiertas. No es que todos tengan las mismas cosas, es buscar que el crecimiento se de individualmente, pero garantizando no salirse de esos dos círculos que nos marcan los límites posibles para mantener al planeta.

Es el momento de que como sociedad maduremos, para pasar de una sociedad individual que sólo busca acumular, a una sociedad que se fortalecerse junta. Debemos madurar para entender que, si seguimos consumiendo recursos materiales sin fin, iremos directo a la autodestrucción.

 

El caso de Ámsterdam es interesante, pues ya están elaborando sus presupuestos con la huella ecológica anual que pueden permitirse en función de su población, además de determinar objetivos muy claros para llevar a su gente a vivir en esa “zona de confort” ideal.

Sin duda es una apuesta interesante, que implicará un cambio decisivo hacia la energía renovable, la renaturalización y protección de zonas naturales, buscar el hidrógeno verde como combustible alternativo, la economía circular y la agricultura regenerativa.

Es seguro que no hay una única solución, pero definitivamente el mundo entero debe entender que, si seguimos en el camino actual, quizás en muy pocos años no tendremos vuelta atrás.

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